sábado, 14 de octubre de 2023

15 de octubre

 15 de octubre de cada año del resto de mi vida.

Me invadían los nervios. Prácticamente no había dormido dando vueltas por si se quedaba algún cabo suelto. Había llegado el gran día.


Todo estaba debidamente esquematizado en aquellos siete folios que yo leía una y otra vez, una y otra vez, de un lado a otro, de una habitación a otra, de la cocina al salón. Iba narrando en voz alta todo aquello que se había convertido en el regalo más bonito de mi vida y a la vez el más difícil.


Había que poner un toque de humor, un toque de nostalgia, un toque de realidad y un toque de nuestras vidas.


¿Recuerdas aquella mañana? Llegaste al despacho para darme la gran noticia. Me alegré tanto por ti, cuanta felicidad puede provocar cuatro palabras: Nos vamos de boda.


Pero no tanta como las que vinieron después: Quiero que seas mi maestra de ceremonia.


Siete palabras de fortuna, como los siete folios que ocuparon toda aquella emoción. Qué suerte la mía.


Y te miré, te cogí las manos, me emocioné como lo hago ahora mientras lo recuerdo. Nos abrazamos y gritamos como unas quinceañeras: ¡Qué fuerte! ¡Tía! ¡Qué fuerte! Y seguíamos abrazadas, y gritando, y dando vueltas, la alegría podía con nosotras y yo quería saber más, los detalles, dónde, cuándo, cómo…y no dejaba de llorar, de felicidad, coger tu carita... quedarme con tu mirada... Te quiero tanto. Tanto. 


“Todos tenemos muchas historias que contar junto a Paloma y Manolo, pero estoy segura de que la de hoy, sin duda, va a ser la más bonita”. - y así comenzó todo. El día más bonito de todas nuestras vidas. 



Y os hice un acta matrimonial. Personalizada. Que guardé en secreto para regalarte en tu primer aniversario. Pero esto también te lo has perdido. Yo también. 


Ahora la guardo en secreto, para el resto de mis días. De vez en cuando voy a ella y paso mis dedos sobre tu firma, como si pudiera encontrarte ahí. Qué tonta soy. 







Qué día tan bonito nos regalasteis ayer.- te escribí a la mañana siguiente.


¡Uff! ¡Qué feliz!, me he quedado sin voz y sin pies, me duelen mucho los pies. Un beso tesoro, te quiero mucho.- Tu respuesta.

 

Y yo a ti. 

Siempre.  

 

Que todas las noches sean noches de boda, que todas las lunas sean lunas de miel (Ya lo sabes, no es mío, es de Sabina)

domingo, 16 de julio de 2023

A ver si quedamos

 

A ver cuándo quedamos…

Sigo con esas ¿sabes? A ver si encontramos un hueco para vernos. Un café, una cerve o nos vamos a comer.

Mejor aún, podemos quedar este agosto y nos vamos a la playa a comer una buena paellica. Temprano, eso sí, aprovechamos la mañana y esas horas de sol que no son tan malas.

Casi consigo olvidar tu ausencia ¿te lo puedes creer? Me digo que no te has ido.

En realidad lo único que ocurre es que tenemos tantísimas cosas por hacer que no hemos podido quedar. ¿Qué te parece? Así la garganta anda más ligera, como con más espacio para poder llegar a ese agujero negro.

Me escondo del dolor para que no me atrape. He encontrado un hueco en el que no me ve. Shhhhh. Es un secreto, pero a ti te lo cuento, como todos.

Es una guarida que está en la parte derecha de mi cerebro. Tal como entras, sigues recto, y justo al final hay una bifurcación, pues ahí hacia la derecha.

Me quedo un ratito y me pongo a planificar todo lo que vamos a hacer juntas, a contarte todas esas cosas que me están pasando y sé que estarías orgullosa de mí. Oigo tus audios, te leo y sigo observando lo bonita que has sido siempre.

Es tanto y tú tan lejos.

De lo que hablábamos el otro día, decirte que ya se me está pasando el enfado con los subnormales y los crueles. 

Verás, me he dado cuenta de que antiguamente solo había un tonto por pueblo y se le sabía, pero ahora… ahora hay un montón y se hace difícil de controlar. Te aparece uno en cualquier momento y ¡ojo! cargado de razones, no te creas que no (y justo en este momento es cuando te cuento un chiste de los míos). Hubieras llorado de la risa como cuando te conté lo de los patitos. 

22 por cabeza, no lo olvides. 

Yo también estoy llorando mientras lo recuerdo, pero no sabría decirte si es alegría o desconsuelo. Tal vez lo segundo porque noto que la garganta comienza a encoger.

No estoy loca, es cordura, créeme.

PD. Gracias por cuidarnos y mantenernos tan unidos.

PD 2. Te quiero, tanto.

 

 


 

 

 


lunes, 1 de mayo de 2023

Olvídame tú que yo no (quiero) puedo

Miguel Bosé. Así, como te lo escribo. Mi-guel Bo-sé. 

Y no, no se me ha ido la cabeza. 

O sí, vete tú a saber. Tampoco importa. 

Quién me iba a decir a mí que Miguel Bosé me iba a hacer estallar en lágrimas por contarme su vida. Su maravillosa vida. No por la suya, sino por la tuya. 

¿Tú te acuerdas el día que te comenté que Miguel Bosé venía a Elda a cantar? Yo te lo decía en plan: uff, menudo rollazo, y tú lo veías como un: Uff! Me encanta!

-¿Sabes que viene Miguel Bosé a cantar? 

- ¿No me digas? Me encanta


Y yo...pero si es una persona muy ambigua (puta manía de poner etiquetas sin conocer)

Y tú...me encanta

Y de pronto te pones a cantar que don diablo se ha escapado, tu no sabes la que ha armado, ten cuidado yo lo digo por si...acompañado de su inherente baile. 

Mientras me la cantas te pones a imitar el baile a la perfección. Y descubro que es "a la perfección" con posterioridad. Después. Mucho después.

Han sacado una serie basada en la vida de Miguel Bosé. La estrenaron el 3 de marzo. 

El día 28 de abril, Jose me dice que si me apetece ver esa serie. Si no fuera por ti, ay, si no fuera por ti, le hubiera dicho que no, pero, oye, qué casualidad que la dichosa serie haya decidido ser estrenada en el mes de marzo de 2023. Y yo, que por fin he aceptado que sufro de una, más que clara, apofenia le he dicho que sí. Venga, tírale. Vamos a verla. 

Que conste que no me gusta Miguel Bosé y que yo le empiezo a conocer con la de "morena mía", del álbum "Papito". Ahora veo que en su momento fue todo un showman y eso es lo que realmente vale, porque para entonces, las quinceañeras no tienen la capacidad de valorar el mensaje de sus letras y ese don, ese maravilloso don, para engancharte cuando tienes quince años, eso es difícil de conseguir. Miguel Bosé lo consiguió. También contigo. Un verdadero artista, sí señor.


Perdona que esta vez haya decidido poner una foto de este hombre, pero es que la ocasión lo merece. Por ti, por mi y para recordar que en la vida uno tiene que hacer lo que le hace feliz y no dejarse llevar por el borreguismo. Que de esto, también hemos hablado otro tanto. 

Oye, y la serie maravillosa. Si te digo otra cosa, te estaría mintiendo. Que no quede por decir que mientras salen los créditos de presentación tengo la manía de fijarme en los guionistas y en la dirección. A ver...que también me fijo en la producción, por saber quién pone la pasta, pero esos son los que menos cuentan a razón de la aportación creativa. Lo valioso de verdad, en este tipo de series, se encuentra en los guionistas y en la dirección. Esos son los verdaderos magos que con sus trucos consiguen que te mantengas sentada frente al televisor. 

Y la interpretación. Importante, también.  

José Pastor lo clava y mientras leo el nombre del actor me viene a la mente que le tengo que decir a mi amiga Irene que su padre (también) sale en la tele interpretando a Miguel Bosé. Ella me entiende. Pensamientos de estos que me van y vienen. Y cuando te lo cuento, te escacharras de la risa.  

Mientras presto atención  a la vida de tan conocido personaje artístico salen varias escenas en las que baila y juro que eres tú. Eres tú. ¿Cómo se puede imitar tan a la perfección?. Aquel día, mientras que confesabas que te encantaba Miguel Bosé a pesar de su ambigüedad y comenzaste a cantar sus canciones con ese golpe de cuello hacia un lado y los brazos en forma de "L", que allí que me veo al tal Miguel Bosé haciendo ese baile y me digo: Joder, lo ha "clavao". Lo hace igualito, igualito que ella. 

Habrá que ir pensando en los derechos de autor de esa forma de bailar. ¿Seguro que no son tuyos?  

Hay una parte en la serie que Miguel Bosé se muere. Sí, se muere. Y yo que para creer en algo lo tengo que encontrar de manera oficial, decido tirar de google y pongo "Miguel Bosé muerte". Efectivamente, en el año 1992 anunciaron su muerte y luego resulta que todo fue un bulo. Y ya sabes en lo que me pongo a pensar. 

¿Te imaginas que mañana me tocas a la puerta y me dices que lo tuyo ha sido como lo de Miguel Bosé? Joder, menuda alegría me ibas a dar. De conciertaco que nos íbamos. A uno de Miguel Bosé y si, este hombre, no tiene pensado hacer uno, lo llamo y le digo que lo haga pero irnos, nos vamos. De eso ya me encargo yo. 

De momento no suena la puerta. 

Seguiré esperando, amiga. 

Pero además de eso, de esa inmódica esperanza que albergo, también se trata de que mientras me aguanto los mocos (las lágrimas te dan mocos, las "jodías", y a mí no me da para todo a la vez) conforme voy viendo la serie me voy dando cuenta de que si, finalmente, no suena el timbre de la puerta estando tú al otro lado, significa que te vas a perder esta serie. La de Miguel Bosé, que estoy segura de que te iba a encantar. Estoy segura de que cantarías todas las canciones. Yo no me las sé, pero me ha hecho mucho gracia la canción de "Don diablo" y te imagino cantándola. Oye, y en la de "Sevilla" el tío está reguapo. He buscado la letra, con el fin de entender la canción y la cosa tiene su miga, no te creas y también he googleado "amante bandido" y para estar mirándolo un ratico largo, ganas no te faltan. Me lo hubieras contado antes, ¡mujer!. En los últimos créditos del último episodio me he quedado esperando ese sonido que te anuncia que hay alguien (tú) al otro lado de la puerta. 

Sigo sin oír nada, y es cierto que ahora viene a huevo un chiste sobre la sordera que sufro y ojalá pudiera hacerlo, pero la realidad, es que no oigo nada porque no hay nada, no suena nada, al otro lado de la puerta con el fin de desmentir lo acontecido. 

Y si no llamas, si no suena el timbre, te lo vas a perder. Te vas a perder la serie de Miguel Bosé. Te encantaría, amiga. Lo sé. Y podríamos cantar sus canciones juntas. Yo, por ti, me aprendo la letra, y hasta la coreografía. Ya lo sabes. 

Como todas esas cosas que solo tú sabes. 

Te tengo que dejar, creo que he oído el timbre de la puerta y lo mismo eres tú. 

Te quiero.  

jueves, 20 de abril de 2023

Menuda experiencia

 

-                     ¡Acompáñame!

-                     Pero ¿a dónde vamos?

-                     A un casting para un concurso de televisión

-                     ¿Qué dices? ¿estás loca?

-                     ¡Vamos, que llegamos tarde!

Yo, con una mano agarraba su brazo y con la otra a mis locuras (sí, en plural). Ella se dejaba agarrar y asomaba la cabeza hacia adelante para comprobar que seguía siendo yo. Esa loca.  

Las observaba, no se vayan a creer que no lo hacía, ella observaba aquel revoloteo de ocurrencias y locuras entremezcladas en mi cabeza y que de vez en cuando, muy en secreto, me atrevía a contarle. No toda compañía es merecedora de esa gran reserva mental que cada persona posee. Con ella no había línea divisoria, ni restricción alguna al contenido. Era como un “pase y sírvase”.

-                     ¿y como dices que se llama el concurso?

-                     “Ahora caigo”. Es nuevo y tiene pinta de ser super divertido.

(su risa) puedo oírla mientras escribo.

 

Llegamos. Hotel NH de Alicante, mayo de 2011.

Si digo que los nervios no me devoraban mentiría como una bellaca, pero no me daba tiempo a prestarles atención. Nada más llegar comenzó a hacer amigos. Sí, ella, yo no. Ella tenía esa gran capacidad. Era impresionante. Yo le decía que era ese aura tan bonito que la rodeaba y aunque hay personas que son incapaces de ver esa irradiación luminosa, con ella ya tenías que sufrir de una gran miopía empática y astigmático del duro para no percibir aquella luz. Era como una especie de apertura a la confianza. Llegaba y, con esa peculiaridad en su mirada, cualquiera que se cruzara con ella ya habría sido eclipsado por la sensación de conocerse desde hace mucho.  

-                     Me llaman, espérame ¿vale? Cuando termine nos vemos aquí.

Estaba plenamente convencida de que cuando terminara aquella especie de test – grabación – conocimiento – Wikipedia en el que había decidido embaucarme así a lo loco,  ella estaría al otro lado esperándome y hablando, vete tú a saber con cuántas personas y todas ellas encandiladas por esa metódica manera de hacer flotar las palabras al mismo tiempo que las manos. Con sonrisa. Siempre son sonrisa.

 Y no me equivoqué.

 -                     Ya estoy. He pasado el filtro. Me voy a Madrid a participar. No me lo puedo creer. (Esta parte la tienen que imaginar, para los que me conocen, con esa intensidad emocional con la que prácticamente lo vivo todo. Como esa adulta aniñada que soy).  

 -                     ¡Ay, Celia! (Esa “C” muy pronunciada y marcada con el asomo de la lengua entre los incisivos superiores e inferiores). Menuda experiencia vas a vivir. (Esta parte la tienen que imaginar, para los que la conocen, con esa intensidad emocional con la que compartía la alegría de los suyos).

Y, efectivamente, eso era en lo único en lo que, al igual que ella, yo pensaba: Menuda experiencia.

Otros me hablaban de "la pasta", ella y yo hablábamos de la experiencia. 

Y, además de toda las anteriores, siguieron viniendo otras. Muchas otras experiencias. Las suyas, las mías, las buenas, las malas, las vividas simultáneamente, sus ganas, las mías, su ilusión, la mía, el “no pudo ser”, y el “yo tampoco”. Y seguimos, seguimos hacia adelante, unas veces sonándonos los mocos la una a la otra y otras tantas llorando de la risa.  Puedo decir, muy orgullosa de ello, que si ha habido alguien en mi vida partícipe en todas y cada una de esas experiencias libremente decididas, era ella. Cuando había que reír se reía, y cuando tocaba estar seria, era lo que tocaba. 


                

  Le mandaba la foto de todo lo nuevo que me acontecía, de mis locuras, de mis alegrías,  y me escribía:   "Olé mi niña!!! Emoticono emoticono emoticono emoticono".

Y luego llegaba la quedada. ¿No les parece hermoso?

Yo se las contaba como si hubiera descubierto la fórmula de la coca-cola. Como aquel niño que reclama la atención con ese "¡Mira lo que hago!". Se pueden imaginar. Y ella me miraba con esa felicidad. También se pueden imaginar. Una felicidad a la que no le puedo añadir adjetivo alguno porque no encuentro el que le encaje. Conste que lo he intentado. Una felicidad “de verdad”. No sé si podrán entenderlo. 




Y ahora viene la parte fea de esta publicación. O no. 

Nunca he tenido una paciencia “estalactita” como la llamo yo. En eso estoy totalmente de acuerdo. Pero cuando el dolor alarga y la entropía aumenta, toca pararse. Y una toma conciencia de ello y se para. El tiempo que sea necesario.

Recuerdo que hace dos semanas, cuando llegaba a casa o tenía esos momentos en los que me sumergía en una especie de agitación de ideas de mal augurio (lo voy a llamar así) hasta alcanzar el estupor, de pronto me ponía a cantar. Cantaba cualquier cosa, lo que fuera, pero en mayor medida cantaba "eso que tú me das". 

Yo canto fatal. Ella también (digo también porque el que me conoce lo sabe perfectamente) me lo decía:

-                      Celia, por favor, qué mal cantas. (Juro que parece que la oigo mientras termino de escribir esa (su) frase).

Y a mí me entraba la risa. Esa risa que te quita todos los males porque no había mayor verdad absoluta en aquellas palabras. Qué mal canto.

Y es que canto tremendamente mal. Pero una cosa es cantar cuando estas feliz siendo consciente de tus limitaciones pasando por alto las mismas y otra cosa, bien distinta, es ponerte a cantar de forma inconsciente. Y mientras cantaba no la escuchaba decirme lo mal que lo hacía y eso todavía me generaba más angustia. Eso solo significaba una cosa: había llegado el miedo. Si hay algo de lo que se nutre el miedo es del silencio y a mayor silencio, mayor miedo y si se rompe ese silencio a través del canto, el miedo va menguando (o eso creo yo), al menos mientras dura la angustiosa melodía que hace de vanguardia.  

Y yo cantaba porque tenía miedo. Miedo a que todo lo que estaba aconteciendo fuera real.

Por eso en las películas de terror, el director procede a aglutinar el silencio, la soledad y la penumbra. El menú exquisito para el miedo. Ese miedo también llamado realidad. Listo para servir.

La música a un solo instrumento es para aumentar el bombeo de la sangre. En las películas, digo.

Y así estuve durante una semana, cantando como cual desequilibrada mental con tal de no enfrentarme a la realidad. Porque la realidad es erinia, es ruido, es caos. Y yo no quería ponerme frente a todo aquello. Ponerme delante de la verdad, si eso existe, era admitir que lo que estaba pasando, estaba pasando. Yo prefería cantar, para esconderme ( y por si venía a decirme: Celia, por favor, qué mal cantas). 

Después me rendí a la aceptación de ese caos y a partir de ahí me instalé en la frase "si llego". 

Y mientras vivo esquivando todas y cada una de las ganas por no aceptar lo que ahora toca asimilar, me pongo a recordarla. Le escribo. Le hablo. Le cuento todas las experiencias nuevas que se me han ocurrido y le digo que espero su: Ole mi niña junto con los respectivos emoticonos. 

También le digo que, si llego, seguiré llamándole por su cumpleaños porque eso de mandar un mensaje “a secas” es muy inamistoso. Menudo valor le doy yo a la amistad.  

Este Halloween, si llego,  no sé si haré un vídeo, pero si lo hago, también lo veremos juntas, como los anteriores.  

Unos días antes de año nuevo, si llego,  me pondré a preparar ese mensaje personalizado para ella y se lo haré llegar el 31 de diciembre, si llego, como cada año, sin perder la costumbre ni las ganas.  

Volveré a grabar un vídeo cantando la canción de “Eso que tú me das”, si Jose se deja convencer, y que aquel 5 de noviembre de 2021 le hice llegar y que tanto le gustó.  

Todo eso, lo volveré a hacer, amiga, si llego, claro que sí. Porque de todo eso, que no es poco, trataba nuestra amistad. De todo eso y de mucho más. Y es tan bonito, es tan hermoso, es tan nuestro y es tan mío, para siempre y para el resto de mis días. Esa (esta) es otra experiencia más que jamás hubiera querido contar(te).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 17 de abril de 2023

Más de la mitad

 

Cuarenta y más de la mitad a tu lado…

¡Oye! ¡Qué son cuarenta!

Y desde los 18 me viste cumplir todos y cada uno de los posteriores.

Cuarenta ya, ¡madre mía! - Y tú: pero si eso no es “na”

En mis cuarenta te dije que había tomado la decisión de celebrar solo aquellos que lleven el cambio de dígito. Me creí con el derecho y la seguridad de que ambas estaríamos para entonces. 

Qué decisión más estúpida.

No sé los que me quedan sin ti. Solo sé que los que vengan, serán sin ti. Eso es lo desgarrador.

Tuviste cincuenta maravillosas vueltas al sol y en más de la mitad estuve contigo. No estaré en ninguna más porque ya no estás. 

Como de relativo es el tiempo ¿verdad? Cuando eres un mico el tiempo pasa más despacio y se tarda más en cumplir años. Los 16 tardan un montón en llegar y los 18 ni te cuento. Esa vuelta al sol es más lenta. Digan lo que digan, estoy convencida de que es más lenta. Los veranos son más largos cuando tienes 10 años que cuando tienes 30.

Llega una determinada edad en la que todo comienza a girar a una velocidad brutal y, sin darte cuenta, sobrepasas los 40. En un chasquido.

Es como cuando de pequeña veías las distancias, esa mesa que te parecía enorme con 10 años  hoy te parece justita para cuatro. Y lo lejos que estaba el colegio para ir andando (a dos calles de casa).

Supongo que el olvido aniquila el recuerdo y cuando nos hacemos adultos nos olvidamos de todo aquello que nos hacía feliz durante la infancia. O lo que es peor, olvidamos nuestra existencia o tal vez pasamos a convertirla en ficción. En esa vida que, en realidad, queremos vivir y que no tiene nada que ver con la que vivimos. No lo sé. Solo sé que aquellos recuerdos que tenía cuando era niña ya no están. Esos recuerdos han ido desapareciendo a la misma velocidad con la que se cumplen años al pasar el umbral de la infancia.

Y no se puede no olvidar. Me refiero a que no puedes decirte “no olvides esto ni aquello” porque el cerebro es mágico y se va adaptando al día a día, para no dejarnos anclados en el pasado. No querer olvidar es no querer pasar el duelo. Olvidar es doloroso. Y yo no quiero olvidar.

Había pensado en convertirme en tu relicario, pero sé que te enfadarías. ¿Para qué ibas a querer tenerme como relicario? Y más a mí, que lo vivo todo con esa intensidad y vehemencia. Sería algo muy pesado. Me da miedo olvidar, por eso lo del relicario.

Es verdad que me he creado un pensamiento consolador en el que mantenemos grandes conversaciones. Creo (pienso) que hablas conmigo. Pero después de darle vueltas y vueltas, eureka, ya he descubierto lo que estamos haciendo. Tú y yo. Juntas. Una vez más.




Miro esta foto y me parece que fue ayer. Tu abrazo y tu beso me dice todo lo que tenías para mí. Mi expresión me dice que era increíble que todo eso fuera para mí. Y, joder, cómo te echo de menos ya. Y digo “ya” porque ese adverbio indica un tiempo pasado y  “ya” me he dado cuenta de que es incalculable, indecible, lo mucho, muchísimo que me queda por echarte de menos. Aún, con acento, puedo sentirte “físicamente” tras mirar esta foto y cerrar los ojos. Te juro que el recuerdo es tan nítido que puedo hasta olerte y ahora viene lo mejor, sonrío. Cuando todo esto ocurre, sonrío al mismo tiempo que te siento y eso es hermoso. La magia del cerebro. Mi miedo a que se vaya.

Este sufrimiento que me ha quedado desde tu ausencia está encontrando su transformación a través de las palabras escritas. Que esta dolencia acabe convirtiéndose en algo hermoso. Esa es la fórmula. Porque en eso consiste el arte de escribir, más allá del talento, las ganas y la constancia. En crear una emoción que te acerque al concepto de belleza. La transición del dolor, para el que escribe, siempre para el que escribe con el fin de calmar ese agujero negro que genera la pérdida. La oscura ausencia. Sin luz.

Para que cuando el efecto proustiano genere el zambombazo del recuerdo, justo ahí, no sé si en las tripas o en la garganta, pero es eso que te deja sin aire y se va hundiendo hacia adentro, vacío, negro. Cuando llega esa explosión, ese es el momento de transformarla en algo hermoso e indeleble. Por escrito. Porque lo escrito siempre queda. Y si siempre queda, el recuerdo va en esas palabras y ya no habrá olvido que me deje sin tu recuerdo.

¿Sabes una cosa? El mundo no se ha parado a pesar de todo. Sigue igual. Como siempre. Sé que mi mente aún no puede entenderlo porque tu ausencia es solo mía. El dolor que provoca es solo mío. Seguro que en algún momento lo entenderé, tan seguro como que mi corazón seguirá pasmado como lo está desde aquella despedida sin palabras. Las despedidas a través de los hechos son las más duras. Te quedas observando como si fueras imbécil porque no entiendes nada. Poco a poco decides darle forma de “adiós” sabiendo que no es así como debió de ser. Y lo escribes, para salir antes de esa imbecilidad.

Más de media vida a tu lado y ahora no sé cómo van a ser todas esas cosas que siempre eran contigo y que ya no lo serán.

 

 

 

 

lunes, 10 de abril de 2023

Nunca también es siempre

(Yo) . - "Nunca" es la palabra más fea que existe.

( ) .  - Depende del contexto en la que la emplees.

(Yo) . - Es fea. La pongas dónde la pongas. 

(Tú) .-  Que no, lo que pasa es que ahora lo ves todo un poco oscurico. Hagamos una cosa, dime palabras que te gusten... 

(Yo) .- Timorata, rescoldo, nefelibata, giste, beldad, quimera, jitanjáfora, entelequia, conticinio, bonhomí, virgulilla. 

Virgulilla es la mejor. 

Creo que la "ñ" es la letra más feliz de todo el mundo. Si tuviéramos una conversación con todas las letras de los abecedarios de todo el mundo, la "ñ" sería la que más amigos tendría. Y la más maja. La más feliz. 

¿Te imaginas? sería algo así:  Hola, letra "m", usted ¿Cómo se siente con tres patitas? Imagino que mucho mejor que la "n" ¿Verdad? ¡Ah! ¡Vaya! Pero no tiene virgulilla, ¡Cuánto lo siento!. 

Y la "ñ" bailando, por allí, tan feliz con su virgulilla de sombrero y su dos patitas. 

Cuando dices "virgulilla" te sientes mejor. Te genera oxitocina, serotonina, o algo de eso. Inténtalo. Virgulilla. 


Sin embargo...

"Nunca" es fea. 

Nunca más volveré a verte. 

Nunca más tomaremos café. 

Nunca más podré abrazarte. 

Nunca más sonará un mensaje siendo tú el remitente.

Nunca dejaré de llorar. 

Nunca se irá este agujero negro tan feo, feo, feo.  

Nunca me mirarás de reojo para comprobar la felicidad que me proporciona Black. 

Nunca me dirás "lo sabía". 

"Nunca"  es fea. Todo lo que le rodea es feo.


() .- Vale, vamos a probar de otro modo... 

Nunca te olvides de todo lo que vivimos juntas. 

Nunca regreses a los sitios que te provocaron dolor. 

Nunca dejes de creer en mí. 

Nunca escribas una carta de despedida.

Nunca rechaces un bonito gesto. 

Nunca dejes de sonreír mientras paseo por tus recuerdos. 

Nunca te hagas una foto si no tienes los labios pintados.

Nunca olvides ese perfume que te llevará a mí. 

"Nunca" no es fea.

Nunca es lo que parece.   

(Yo) .- Es que no sé qué hacer sin ti. Los demonios me persiguen. Por el día, por la noche. Me recuerdan constantemente ese "nunca". Intento esquivarlos, no prestarles atención, pero están ahí, a todas horas, me atormentan. Te he visto intentar echarlos. Sé que sola no puedes. Somos muchos. Lo sé. Es lo que ocurre cuando una persona excepcional deja tanto amor y se marcha sin apenas hacer ruido. Excepcional también es triste. Excepcional me dice que nunca jamás alguien como tú.  Te necesito tanto. Tanto. Te quiero tanto. 

Demasiados demonios. 

Nunca se van. 

() .- Se irán...desaparecerán cuando te quedes conmigo. Con nuestros recuerdos. Con aquellos cumpleaños en el monte de gachamiga y jugando al pañuelo. Reme corre victoriosa con la camiseta levantada haciendo homenaje a esos futbolistas, que en la época, se les permitía hacer aquello en celebración del tan ansiado gol. Lo nuestro no era fútbol, lo nuestro era "el pañuelo" y habíamos ganado. Éramos capaces de movilizar a más de 30 personas en aquellas quedadas. No lo olvides. Se irán cuando te agarres a nuestros ataques de risa por la tontería más simple. Han sido muchos. No hay nada más maravilloso que la complicidad en la risa. Nada tan placentero como llorar de la risa y la de veces que hemos compartido lágrimas con ese motivo. La risa es felicidad y hemos compartido mucha. Muchísima. La risa nos une, la risa nos recuerda lo que fuimos  y seguiremos siendo. 

Se irán cuando te quedes en esas miradas, suficientes para que el mensaje llegara.. Te puedes cansar, por supuesto que sí, pero entonces te paras y descansas, pero no renuncias a seguir. Estás en el camino correcto. Lo estás haciendo bien. No hay prisa. No hay ninguna prisa. No hay un ritmo ni un tiempo establecido para todo esto. Tenemos todo el tiempo del mundo. Siempre lo tendremos. Siempre reiremos juntas.     

Nunca también es siempre. 

Virgulilla. 








jueves, 6 de abril de 2023

Con un par de huevos (y algo más)

Igual muchos ya lo sabéis, pero para los que no, Manolo hace unas tortillas de patata es-pec-ta-cu-la-res.

No te comes, tú,  una tortilla de patatas en toda tu vida, como las de Manolo.

Eso sí que es arte culinario. 

Qué grosor, qué sabor, qué deleite. 

Manolo es mucho Manolo. 

Por eso tenía que terminar con una mujer como Paloma. Una mujer hecha y derecha como la copa de un pino. Con su carácter. Buena era ella. Para todo

Sobre todo para hacerte feliz.

Hay casualidades que acaban convirtiéndose en un futuro perfecto. Pero ella te hablaba de su presente, de su felicidad, aquí y ahora. Tan feliz. Y a mí me encantaba contemplarle dentro de sus ganas de vivir. 

Ese futuro perfecto que, por una vez,  la vida convirtió en su casualidad y ella, "casualmente",  pasaba por allí. Esa luz que desprendía su mirada, me parecía tan maravillosa que no quería que se apagase nunca. Le pedía a la vida que se quedara con ella para siempre. Y conmigo. 

Pero se apagó. De la noche a la mañana. Como cuando se funde una bombilla y te preguntas qué ha pasado. Y el teléfono comenzó a sonar.  

Una llamada. 

Otra. 

Un mensaje. Otro. Y otro. Y otro. Otro más. 

La angustia. La desesperación. 

Yo solo quería que volviera la luz a sus ojos. Un pequeño estímulo. Uno solo. 

Pero nunca llegó.

Y ese día salí a correr. Más rápido. Como si al correr las lágrimas y el dolor se quedarán detrás y no pudieran alcanzarme. Pero no era cierto. Solo era una ilusión mía.  

Me quedaron sus mensajes, sus audios y ciento de fotos. 

Me quedaron las ganas. 

Me quedó (su) pintalabios.  

Pero lo más importante: Me quedó vuestro amor. 

"El amor es un pacto, un acuerdo, un trato, confianza, cariño y respeto. Es reírse a carcajadas, llorar sin sentir vergüenza, ser tú misma sin tener que disimular, es tener ese abrazo en el que te sientes segura. Esa mirada sin necesidad de palabras. El amor es ser un equipo, un confidente, un amante y un amigo. El amor es esa persona que consigue que te olvides de los fantasmas de tus pasados. Todos tenemos esos fantasmas. Todos. Pero el amor, el verdadero amor, consigue encerrarlos para que nunca, nunca más, vuelvan a ti. 

Yo os declaro marido y mujer" 




Y cómo te miraba él, amiga, cómo te miraba. Paciente en su espera. Doy fe. Presente en el mismo momento en el que entró a la sala sin dejar de mirar a la puerta cada  cinco segundos esperando tu llegada. Orgulloso de haber sido el elegido. No escucha lo que estás diciendo. No le hace falta. Solo necesita mirarte. Con eso es más que suficiente. El amor todo lo puede, amiga, todo. 

Y con qué sonrisa me contabas la belleza de aquel momento. Me lo querías contar todo usando unos pocos segundos porque el tiempo apremiaba. Tu nerviosismo por el cúmulo de emociones. 

Mientras que con tu mano izquierda mantenías aquel ramo de flores, cuya historia me detallabas en los  días anteriores, con la derecha señalabas la emoción que te invadía. "Esto me está pasando a mí". Me decías.  Ya no recuerdo si me lo preguntabas o me lo afirmabas. Fuera lo que fuese, te estaba pasando a ti. Sí. 

Y cómo te miraba yo, amiga, cómo te miraba. Me hiciste tan feliz. Dicen que nada te hace más poderosa que sentirte querida y yo me sentía la amiga más poderosa del universo.  

Esa era la amistad umbilical que nos unía. 

Nunca hubo un mal entendido. Nunca se nos quedó algo por hablar ni por reprochar. Sabíamos que hablar era tan importante. La comunicación. No dejar que el tiempo de ausencia se alargase entre nosotras y generase historias ficticias. 

El día de tu misa, aquel señor con la sotana blanca, nos dijo algo tan importante: está muy bien que hoy estéis todos aquí, pero no  os olvidéis de esas llamadas, esos mensajes, esos encuentros que deben de estar después de todo esto. 

Que no se alargue la ausencia en ninguna amistad. 

La importancia de un mensaje para saber quién sí y quién jamás.

La importancia de que algo tan insignificante,  tan presente en el día a día se convierta en un argumento largo, claro y conciso, para  llegar a descubrir hasta dónde la indiferencia puede ocupar la parte más humana de lo que se considera un ser humano. Algo tan necesario que hasta en las propias misas, de sepelio, el cura se ve obligado a traer a colación. Un simple mensaje. Una simple llamada. ¿Un café?. 

La vida no es perfecta. No. No lo es, aunque algunos crean que sí y se pongan a gritarlo en el momento menos oportuno.  La vida no es perfecta pero tan poco creí que fuera tan desgarradora. 

Qué huevos hay que tener para aguantar momentos así. Y aguantas el tipo. No queda otra. 

.- !Te veo muy bien¡

Como si ese "te veo muy bien" se te clavara en el corazón. Como si la gente necesitase verte destrozado. Y esas palabras, esos comentarios inoportunos son los que hacen que se construyan sentimientos de culpabilidad por no presentarte destrozado ante la gente cuando te cruzas con ellos. 

Hay que tener un buen par de huevos para reprimir las ganas. 

Las ganas:  Sí, hoy he conseguido llorar solo tres veces y dos de ellas han sido a solas. Estoy muy muy bien. Doce noches sin dormir. Muy bien.  Muchísimas gracias. Ese comentario ha sido muy constructivo y ni imaginas lo que me ha aportado para seguir adelante. Gracias por recordarme que tengo que seguir llorando en cada esquina. 

No, cariño, no.  

Porque hay que tener un par de huevos y algo más, para mantener la compostura y querer seguir a pesar de todo. Por mantener las formas, la educación y las ganas. 

Hay que tener unos huevos como los que tiene Manolo para hacer las tortillas que hace y para todo lo demás. Si nunca has sentido el dolor de verdad, no lo entenderás. Y si  al leer estas palabras no lo entiendes es porque ni hiciste (ni haces) lo que el cura dijo,  ni te aguantas la frase de mierda que se clava en el corazón. 

No te olvides amiga, a ti te gustaba mucho esta frase cuando te la decía y ahora me la digo yo,  que a los amigos se les conoce en las dificultades y en eso estamos. 

Saldremos adelante con un par de huevos y algo más.