martes, 5 de marzo de 2019

El día de la igualdad


Estando cerca del 8 de marzo, Día internacional de la mujer (trabajadora o no), me pregunto si muchas de las mujeres que hacen este llamamiento son conocedoras del por qué este día. Lamentablemente me hago esa pregunta, más de lo que debiera, y ello como consecuencia de la evidente ignorancia existente en esta sociedad cada vez más latente, sobretodo entre nuestros jóvenes (o jóvenas, como prefieran). Mujeres que se manifiestan por algo que ni tan siquiera conocen. Nos encontramos ante una sociedad feminista que no termina de distinguir la igualdad de la superioridad.

Miren ustedes, el hombre y la mujer, genéticamente son distintos y eso es una evidencia. Esa distinción no otorga a ninguno de ellos unos derechos por encima del otro, ni a uno, ni a otro. Eso es lo que se denomina igualdad, a pesar de esa diferencia “física” no procede ningún requisito que justifique una desigualdad en derechos.
Muchas de las “feministas” que vemos cada día, en televisión, en redes sociales, ni tan siquiera saben la historia del 8 de marzo, de su influencia por parte de la ONU, del incendio en Nueva York, de las trabajadoras del textil, o como eventos más cercanos (en tiempo y en tierra), mujeres que han pertenecido a nuestra historia, a la historia de las mujeres españolas, como fueron  Mercedes Formica, Clara Campoamor  o Victoria Kent. Todas ellas con una característica en común: el respeto.

Estamos ante una corriente feminista en la que, a pesar de ser mujer, si la ideología política no coincide con la seguida por esta corriente, los derechos “como mujer” quedan en la nada, se esfuman, y entonces eres una "facha". Y es que, parece ser (para algunas) que los derechos de las mujeres son distintos dependiendo del color que más te guste. A mí, personalmente, el lila era un color que adoraba hasta hace unos años. Por lo tanto, actualmente, este movimiento se encuentra muy lejos de lo que antaño era, en esa lucha por la igualdad, por la igualdad entre hombres y mujeres. Lo crean o no, este tipo de movimientos, los actuales, lo único que están haciendo es una involución. Dicho sea desde mi humilde opinión que no vale más (ni menos) que cualquier otra.  Estoy convencida de que si Mercedes, Clara o Victoria levantaran la cabeza, la volverían a bajar. 

El 18 de diciembre de 1953, un periódico alemán atendía el siguiente titular:

Lucha la abogada de 40 años de edad, Mercedes Formica, la que pide la igualdad en el Derecho Matrimonial. Hoy tienen que abandonar las mujeres españolas sus hogares y sus hijos cuando se separan. Una disposición que la señora Formica marca a hierro candente y considera injusta"

Quizás muchas de las mujeres, que hoy se proclaman feministas, desconozcan que en aquella época, si la mujer se separaba, era el marido el que decidía donde iba a vivir. El marido elegía un lugar en concreto o un convento, sin ningún tipo de bien, mueble o inmueble, y con restricciones para poder ver a sus hijos. El adulterio era algo que sólo podían cometer los hombres, y de hacerlo una mujer era gravemente castigado. Si la mujer heredaba era porque el marido le autorizaba para ello. No gestionaba ni manejaba nada de dinero y determinadas profesiones no eran para mujeres. 

Formica era una abogada que se encontró ante un caso en el que tuvo que defender a una mujer que tras recibir 17 cuchilladas de su marido sólo tenía dos opciones, o bien seguía conviviendo con aquella persona que había intentado asesinarla o bien se separaba, pero al hacerlo era posible que su marido la mandara a un lugar poco agradable y muy lejos de su familia, con una mano delante y otra detrás. Me imagino a Formica a la perfección: esto no se puede consentir. Y aquí comenzó su andadura, sola, repito SOLA, (porque la Sección feminista de la época no la apoyaba) para cambiar el código civil que data del año 1889. Fue gracias a ella que hoy podamos decir  “domicilio conyugal” (antes se denominaba “casa del marido”), entre otras muchas cosas que consiguió cambiar del dichoso código. Pero fíjense, que esta mujer, por tener una ideología política (falangista, de Primo de Rivera) no casa con la ideología de muchas de las corrientes feministas actuales, y por eso no se la nombra, se ha quedado en el olvido, e incluso se han “inventado” argumentos sobre ella con la intención de desacreditar su lucha. Hasta hace no mucho (en el 2015) se procedió a quitar su busto, el cual se encontraba en su ciudad natal,  por esa ideología política a la que pertenecía. Una decisión tomada por parte del partido de izquierda al frente del gobierno local.
Formica tenía una ideología política determinada, la suya, nos guste más o menos, pero también tenía otra cosa: respeto hacia las que no la seguían.

Victoria Kent fue una ilustre abogada que si bien estuvo al frente de varias asociaciones de mujeres, y compartía ideales feministas, se opuso al sufragio femenino. Entendió, en aquel momento, que aquello de que la mujer pudiera votar no era posible como consecuencia de su poca preparación social y política. En pocas palabras vino a decir que la falta de cultura de la mujer, como consecuencia de estar destinada a una vida “en casa”  y la influencia católica, no daba lugar a que su opinión fuera tenida en cuenta. Victoria era de izquierdas, entendía que la influencia de la iglesia en las mujeres daría lugar a que ganase “la derecha” por lo que su voto, solo podría perjudicar los intereses y necesidades de la “izquierda”. Victoria era de izquierdas. Sí, de izquierdas, alguien de izquierdas vetando el voto femenino por puro interés político y con un único fin: que en las elecciones no ganara la derecha.  Victoria Kent fue reconocida por muchísimas otras cosas que nos acercó a la igualdad, y en el tema de prisiones, en consideración a los derechos de los internos, fue pionera. 



Clara Campoamor, tuvo un gran debate con Victoria Kent por aquello del sufragio femenino. Además fue algo muy conocido y se hicieron burlas sobre ello: “sólo dos mujeres hay en la Cámara, y ni por casualidad están de acuerdo”.  Sobre este aspecto, las mujeres hemos recibido muchas burlas pues siempre se ha dicho que no nos apoyamos entre nosotras mismas y que la envidia nos puede. Me gustaría argumentar que esto no es así, pero no puedo hacerlo, les estaría mintiendo, pues yo misma he sufrido (y sufro) en mis propias carnes, insultos, humillaciones y amenazas por luchar por la igualdad y esas amenazas no me han venido nunca de un hombre, todas, absolutamente todas, me han venido de mujeres con ideologías extremas y que se dan golpes de pecho por su lucha en el feminismo.  Fíjense de lo chocante de la política y es que Clara, diputada del Partido Radical, tuvo que asimilar que su propio partido (a excepción de cuatro compañeros) votara en contra del sufragio femenino. Ya podéis imaginar la cara de Campoamor cuando posteriormente intentó unirse a izquierda Republicana se le denegó por ser “la abogada que había conseguido el voto de las mujeres”.  Conseguir el voto de la mujer fue su cruz de por vida, ni sus propios compañeros de ideología política la apoyaron. Clara publicó el libro: Mi pecado mortal. El voto femenino y yo.

Victoria y Clara, ambas feministas pero con pensamientos distintos sobre cómo llevar a cabo esa igualdad. Ambas también tenían algo en común con Formica: el respeto.

El día de la mujer no debería de estar considerado como una fecha para “festejar”, ya que en realidad estamos celebrando acontecimientos tristes e importantes en la lucha por la igualdad de derechos. Repito, por la igualdad de derechos, no por la superioridad de derechos. La mayoría de las mujeres que lucharon por ello terminaron en el exilio, por no decir todas, y la mayoría de la izquierda no quería que la mujer entrara en política porque aquello dejaba muy abierta la puerta para la derecha, y ello, en la errónea creencia por parte de la izquierda que pensaba que las mujeres no tenían decisión propia.  Ese día no es para felicitar a la mujer por ser “mujer”, algo que no se elige, ya que es aleatorio por aquello de los cromosomas, es un día para hacer lo que cada uno considere que debe de hacer. Por eso cada una que lo celebre como se le antoje, o bien trabajando, porque mucho nos ha costado, a las mujeres, acceder a determinados puestos de trabajo, o bien acudiendo a la huelga, porque mucho nos ha costado, a las mujeres, alcanzar la igualdad que hoy tenemos, se haga lo que se haga, igual de respetable es.  


Señoras mías, lo del lenguaje inclusivo está muy bien, pero que conozcan la historia está mucho mejor. Deberían de saber que “quién no conoce la historia, está condenada a repetirla”. No nos hagan volver a pasar por todo lo que nuestras tatarabuelas, abuelas y madres tuvieron que pasar, para que hoy, nosotras, tengamos lo que tengamos. Por favor, “no la caguen”, que bastante nos ha costado.

Si no se quieren depilar, libres son de su aseo personal. Si quieren ir por la calle con bragas en la cabeza o sin compresas en los días de menstruación, libres son, insisto, de su aseo personal. Si quieren ver al “hombre” como el más horrible de los seres vivientes conocidos, me veo en la obligación de recordarles algo, en concreto sobre este tema, y que igual muchas de ustedes no saben: la Ley de divorcio de 1981 fue aprobada gracias a “hombres” como Adolfo Suárez que  la defendió con uñas y dientes y gracias a esa Ley la mujer obtuvo una igualdad de la que estábamos privadas con anterioridad. "No podemos impedir que los matrimonios se rompan pero sí podemos impedir el sufrimiento de los matrimonios rotos", dijo el ministro de Justicia Francisco Fernández Ordoñez,  en aquel entonces. Y ahí está, la ley más progresista de la época, impulsada por hombres y que encaminó la igualdad entre ambos sexos. 

Libres son y libres somos,  de nuestras opiniones y reflexiones, pero por favor, respetemos las de las demás,  sigamos luchando por una igualdad, mucho más cercana que hace 50 años, de una forma distinta a como lo hacen ustedes, y se hacía entonces, sin ideología política, por favor, porque para luchar por una igualdad no necesitamos las mismas ideas, necesitamos el mismo respeto.  




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