lunes, 26 de septiembre de 2016

Porque lo dice la Sentencia y...¿quién es esa?

Hoy la antesala estaba llena de familias que esperaban celebrar un juicio de divorcio. Uno de esos juicios  donde un extraño, que ni te conoce ni te ha visto en su vida, va a decidir qué días  puedes estar con tu hijo y qué días no. Ese extraño, decidirá  si en Navidad puede estar, con el niño,  dos, cuatro o seis días y también decidirá en qué años podrás dejar los juguetes debajo del árbol de Navidad (el día de Reyes) para que  cuando tu hijo se levante los encuentre allí, porque ese año “te toca a tí”. Un tercero que no sabe cuánto se han amado dos personas durante mucho tiempo,  va a decidir qué tienen que hacer con todo lo que han construido, va a escuchar un cúmulo de miserias, porque en ese momento nadie recuerda las sonrisas, ni los buenos momentos, miserias que le importan un pepino y a las que no va a dar ni importancia. Un extraño que no tiene ningún interés en saber cómo funcionan sus vidas va a llamar a un sinfín de testigos para que cada uno cuente lo que le venga en gana con el único fin de convencer ( a ese extraño ) de cuánto tiempo tiene que pasar el niño con su progenitor,  y lo más importante: cuánto va a pagar el otro. Todo ello con el fin de que  una de esas dos personas, (que una vez fueron grandes amigos, amantes y consejeros), salga “ganando” y todo ello sin tener en cuenta lo que el niño necesite, dado que lo importante es la “batalla” de los adultos. Pero es más, y para que no se quede en el tintero, el niño viene también a que ese extraño le vea, le pregunte cosas,  el niño tiene que entrar en esa Sala, él sólo, sin que nadie de los  allí presentes sepan quién es quién, ni quién es ese niño, ni qué tristezas arrastra, ni quién es ese Señor de negro sentado en esa mesa tan grande, ni ese otro Señor que se encuentra a su derecha. Señores, extraños, desconocidos, que le preguntan cosas que  en realidad él no entiende pero se encuentra realizando ese esfuerzo de intentar recordar qué es lo que le dijo mamá que tenía que decir si le preguntaban esto o lo que le dijo papá, o si fue la abuela o el abuelo, y el niño allí, dentro de su “acojonamiento” lo único que consigue decir es lo que sabe: la verdad.

Después de todo el espectáculo, finalmente se obtiene una Sentencia en la cual no gana nadie pero una de las partes se siente triunfadora y otra derrotada,  en las sentencias de divorcio con menores de por medio siempre se pierde, y no es ningún progenitor el que lo hace, pero eso no lo ven, porque están tan cegados en ver hasta dónde pueden llegar para “destruir” al otro que se han olvidado de los verdaderos perdedores: los niños. 
Y a partir de este momento viene la frase relámpago para callar cualquier boca: lo dice la Sentencia.  Usted ve a su hijo porque lo dice la Sentencia y no deja que la otra parte esté con su hijo porque lo dice la Sentencia, y aunque el niño quiera o no quiera, se hace lo que dice la Sentencia, porque una Sentencia, en estos casos, es como un Dios que manda por encima de todas las cosas pero en formato papel, y si lo dice la Sentencia, ya se sabe, lo dice la Sentencia, ya se lo he dicho, es porque lo dice la Sentencia, hoy no podrás ver a tu hijo y tal vez, con suerte,  las próximas Navidades la cosa cambie, y sabes ¿por qué? Porque lo dice la Sentencia.

Mientras tanto, en esa antesala, me encuentro con mi cliente. Es un señor con 72 años y su esposa. Ella sufre demencia en la enfermedad de Alzheimer de etiología degenerativa, no recuerda nada, no sabe quién es ese señor que la empuja en su silla de ruedas para que no esté parada (se agobia si está parada, el movimiento la tranquiliza). No dice ni una sola palabra desde hace mucho tiempo. No sabe quién es ese muchacho que le agarra la mano cuando ella realiza un intento en alcanzarle, no sabe quién soy yo. Cuando he llegado he querido presentarme,  le he dicho buenos días pero no me ha respondido. Me ha mirado y me ha sonreído, la he visto en el intento de esa pequeña sonrisa, tenía la mirada perdida, pero al hablarle ha cruzado su mirada con la mía, pero sólo eso, un cruce de mirada simplemente porque en aquel momento me encontraba justo delante del viaje de su mirada desorientada.  Intento explicarle a sus hijos y a su marido cómo funciona el procedimiento, su marido no deja de llevarla en la silla de un lado hacia otro,   ella apenas se fija en nadie, es cómo si observara la nada, está tan bien cuidada, lleva su pelo arreglado, con su permanente en un color dorado, va maquillada, poco, lo justo. Está aseada, lleva una blusa blanca con detalles en negro, lleva puesta una rebeca de hilo, blanca, y en el cuello un pañuelo de seda en color rosa maquillaje. Ella no habla pero su marido entiende perfectamente sus gestos. Sabe cuándo tiene calor, si el pañuelo le agobia, si tiene frío, si quiere quedarse parada y mirar durante unos segundos a sus hijos, es toda una vida juntos (me dice), al final lo sabes todo sin necesidad de palabras.
¿Por qué hay tanta gente? – Me pregunta-. Le digo que hoy es día de divorcios. Él me mira y me sonríe de forma sarcástica: ¿divorcios? .- Sí, le contesto, divorcios, las parejas ya no aguantan lo mismo que antes.  Él asiente con la cabeza y me da una pequeña explicación  (no dejaba de pasear a su mujer por lo que sólo me podía hacer comentarios justo en el momento en el que pasaba por delante de mi):

Es que si la mujer dice que no se ocupa de la casa ella sola y él dice que tampoco, pues no va, si no se ayudan el uno al otro, hoy por ti y mañana por mí, y días malos tenemos todos, hoy te lo aguanto yo y mañana me lo aguantas tú, pero  si hay maltrato, ahí no eh? Ahí cada uno por su lado, que si el respeto ya no se tenía ni de novios, mal vamos, que eso se ve, y se ve de lejos, pero cuando dos personas se quieren no hay maltrato, de ningún tipo. Que te agotas muchas veces, claro que sí! Pero es que eso forma parte del matrimonio, no todo puede ser bonito! El respeto, el respeto es lo más importante. Los hijos demuestran ese amor, ese cariño, ese respeto, por eso vienen al mundo, ay! Si se tienen hijos sólo porque crees que así se van a arreglar las cosas….ahí ya la “has cagao” porque todo lo que viene después es una pesadilla, los hijos hay que tenerlos porque una pareja se quiere, si no ¿qué? ¿aquí? ¿en el juzgado? Y ¿con el niño también? Porque ¿qué explicación tiene que esa criatura esté aquí sentada? (se refiere a un niño de unos 12 años que está sentado justo delante de nosotros y que cada dos por tres un adulto va a decirle algo). Ese niño ahora mismo tendría que estar en el colegio, haciendo sus sumas y sus restas y no aquí.  ¿Qué le van a enseñar a esa criatura? Que cuando tenga un problema con su mujer cada uno por su lado y ya se verán en el Juzgado? Respeto, hay que enseñarles a respetar, a ser humildes, a ayudar, eso sí, pero no eso de venir aquí. En el colegio es dónde tiene que estar, con sus compañeros de clase, y aprendiendo. Y eso de los ordenadores, el “posap” ese o como se diga o el “fasbuc”, todas esas cosas no traen nada bueno, un matrimonio son dos, y luego los hijos, y la familia, y esos son los valores que se tiene que transmitir, el respeto y el amor. En lo bueno y en lo malo.  

Y ahí ya le ha dado justo en la diana: el amor. Los que me conocéis ya sabéis que creo por encima de todas la cosas que el mundo no podrá moverse sin amor.
Le escucho atentamente, y asiento con la cabeza. Creo, firmemente, que tiene toda la razón en todo lo que me dice.  Ahora se ha parado porque le ha sonado el móvil. Su mujer reclama su atención con la mano. Ha notado que está parada y eso le pone nerviosa, Levanta el brazo e intenta levantarse de la silla. Ella no habla, hace tiempo que no habla, es como si estuviera en otro mundo pero físicamente se encuentra aquí. Él se pone delante de ella en el intento de hacerle ver que sigue ahí, que no se ha marchado, ni lo va a hacer. Le coge de la mano con total confianza de que ese gesto la va a tranquilizar.  Cuelga el teléfono y la mira, en ese momento ella le mira a él. Estoy segura de que ella sabía quién era él, le ha mirado a los ojos y le ha mantenido la mirada, no es que sus miradas se hayan cruzado por casualidad,  no, no es eso. Es que ella le ha buscado con la mirada y le ha encontrado. Él le ha sonreído, y le ha preguntado con muchísimo cariño: Qué te pasa?. Se ha acercado a ella y le ha dicho muy bajito: te quiero. Después, ha alzado la cabeza y le ha dejado un beso en la frente, y justo en ese momento y no en cualquier otro, ni antes ni después, sino justo en ese momento, ella ha cerrado los ojos, como si lo estuviera sintiendo, estoy segura que lo ha sentido, estoy segura que ella sabía que ese beso era de él, del amor de su vida, de su marido. Segundos después, los ha vuelto a abrir y le ha sonreído. 

Me gustaría poder seguir contándoles más, pero no puedo, no he podido evitar emocionarme. Imagínense, la antesala llena de familias por sus divorcios y yo pendiente de ese amor duradero, demasiada gente podría verme entre lágrimas, y eso, en mi profesión, no está bien visto, que hace que parezcamos humanos, por eso se lo escribo, para que lo pueda percibir usted mismo, con su imaginación. El amor, no hay duda, por encima de todo.


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