Te pasas
la vida pensando en lo que quieres sin pararte a darte cuenta de lo que tienes.
Y así es,
toda una vida deseando esto, y aquello, y lo otro, sin disfrutar de lo que se
tiene, porque el “querer” es más valioso que el “tener” porque la ambición
forma parte del ser humano y nunca sirve lo que tenemos, queremos más y eso es
lo que provoca nuestras frustraciones, nuestras dolencias, nuestras envidias y
nuestros recelos.
- .- Me da igual lo que me cueste, pero
voy a llegar hasta el final, y voy a pelear para que lo condenen, no es justo,
y esto viene de atrás, de hace mucho tiempo, y no se va a quedar así, no, no,
de eso nada, hasta el final!!.-
Es la
postura con la que más de un cliente llega al despacho, expone su versión y
posteriormente me ilustra con su venganza disfrazada de esas palabras que no
hacen más que comerse a uno por dentro. Es en ese momento cuando intento explicarle que entiendo su
postura pero que no puedo asegurarle al 100% que el asunto esté ganado. ¿Se
imaginan si así fuera? ¿se imaginan que pudiera asegurar a todos mis clientes
un triunfo al 100% en sus peticiones? Sería maravilloso! Pero no sería real, no
sería sincera, no sería verdad, estaría mintiendo si así lo hiciera y les
aseguro que no me gusta mentir a mis clientes, no creo que eso les diera
confianza.
En ese
momento y sin poder evitarlo (tengo que aprender a corregir eso en mí) le
suelto la frase: “la venganza no es
buena, maltrata el alma”.- Claro, el cliente me mira con cara de extrañeza y
añade la frase: -No, si no es venganza.
(se hace un silencio durante unos segundos)
Me gustaría poder tener, en ese momento, un mando a distancia que dándole al botón de rebobinar hiciera que se ilustrase el instante en el que me decía aquellas palabras, poder enseñarle su actitud y lenguaje corporal mientras hablaba y analizar todo aquello juntos, pero todo eso sólo es producto de
mi imaginación, así, echada a un lado la misma, asiento con la cabeza y procedo
a examinar la documentación con la que pretendo defender “su venganza”. Que no
es que no haya que defenderlo, no, no me refiero a eso, me refiero a que si se
consigue controlar esos sentimientos y pensamos con objetividad el resultado es
mucho más satisfactorio, el cliente se siente más feliz, y en caso de perder, la frustración es mucho menor, y eso sí lo puedo asegurar al 100%.
Es en ese
momento cuando uno se da cuenta que la felicidad “está por llegar” para
prácticamente todas las personas. De un modo u otro es como si pensáramos que “cuando
esto ocurra o esto otro” ya tendré lo que quiero y eso me aportará felicidad.
Grave error. No es así, eso es tan sólo una frase de consolación que “la
venganza”, "la envidia" o "el anhelo" nos anda diciendo para que se siga alimentando.
Ya se sabe
que hay batallas que es mejor perderlas, ¿qué prefiere? ¿tener paz o tener
razón? La única batalla por la que hay que luchar es por lo que vale la pena
tener, por lo que ya se tiene. Esa lucha, esa venganza no le trae nada bueno y
no le deja ver lo que usted actualmente tiene. ¿Tiene salud? ¿Tiene trabajo?
¿tiene una familia? ¿tiene una pareja? ¿tiene un techo dónde dormir? ¿tiene
comida para llevarse a la boca? ¿qué más quiere? Piénselo: ¿qué más quiere?
Para mí es
maravilloso llegar todos los días a casa y cruzarme con la mirada de mi marido,
no creo que exista momento más especial a lo largo del día. Saber que cuando yo
llegue, él estará ahí, esperándome, poder contarle como fue mi día y escuchar
qué tal le fue en el suyo, regalarnos unas caricias, unas sonrisas, unas
miradas……terminar en el sofá, abrazada a él, mientras vemos algo en la televisión, sentir
que está conmigo. Porque todo eso es lo que tengo en ese momento y eso es lo
que me hace feliz, disfrutar de ese instante, ser consciente de estar viviendo
ese momento, justo ese momento, y no
otro, no “un momento que está por llegar”, no, no, yo me refiero a ese, el que estoy sintiendo
con mis cinco sentidos en ese preciso instante, porque en la vida eso es lo que
nos llevamos, lo que terminamos recordando, lo que hicimos, lo que vivimos,
quién estuvo a nuestro lado, y les aseguro, que estar junto a una persona como
mi marido es haber conseguido plena felicidad, y ¿saben por qué lo sé? Porque llegó
un momento en mi vida que decidí ponerme a valorar lo que tenía y no lo que
quería, y desde ese preciso momento el prisma con el que se valora lo que uno tiene es
totalmente distinto. Valore lo que tiene y no lo que quiere.
No nos
enseñan a eliminar los sentimientos negativos, muy al contrario, desde pequeños
nos enseñan a alimentarlos, siempre he creído que hay muchas asignaturas que
deberían de darse en el colegio: respeto, solidaridad, valoración, comprensión,
estudio de los sentimientos, la felicidad es ahora, y toda una serie de
asignaturas que se me ocurren para una mejor socialización y que se resume en lo que viene a ser la inteligencia emocional. Pero esto, por desgracia, también
forma parte de mi imaginación.
Y no confundan mis
palabras, no les hablo de conformarse con lo que tienen ahora y dejen sus
aspiraciones a un lado, no me refiero a eso, lo que intento decirles es que tener
aspiraciones es lo que hace que sigamos adelante pero que la felicidad no
dependa de esas aspiraciones, porque la felicidad depende de lo que ya tiene, de
su “ahora” de la vida que está viviendo y eso es lo que deberíamos transmitir a nuestros pequeños ¿no cree? Preguntarles qué quieren ser de mayores, y disfrutar con ellos con sus respuestas porque uno quiere ser astronauta, el otro piloto y aquel veterinario, enseñarles a que tienen que pelear por ser lo que quieran ser que no tiene que permitir que nadie les diga que "no pueden" porque eso no es cierto, pero mientras tanto, durante el camino de esa pelea que sepan que son felices, que ya lo son, que disfruten del momento que están viviendo, que lo valoren, que se deleiten de ese instante que lo sientan por dentro, que les alimente el alma, que les llene ese "saco" de felicidad que todos tenemos desde que nacemos, porque la felicidad no está en ser médico, abogado o presidente, porque la felicidad no está en ganar una sentencia (eso se llama satisfacción), porque la felicidad está dentro de uno mismo, todos los días, en cada ocasión, de usted depende si quiere que le acompañe o prefiere dejarla escondida.
Créame, usted ya es
feliz pero aún no se ha dado cuenta.
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