Tómese un minuto,
solo uno, dedíqueselo, para usted, un solo minuto para usted…se lo merece,
claro que sí, cierre los ojos y…dígame ¿qué es para usted un placer de la vida?
Le animo a que me lo cuente, dígamelo, así podremos ver la de cantidad de
placeres que tiene la vida para disfrutarla, sin necesidad de un solo euro, tan
solo el mundo y usted, nada más, un
placer, dígamelo, cuéntemelo….
Tumbarse en
la arena de la playa, hacia arriba, con los brazos abiertos, cerrar los ojos y
escuchar, escuchar el mar, las aves que revolotean, sentir el sol en la piel…
sentir que no hay nada más, la paz, la tranquilidad, esa pequeña brisa que hace
cosquillas, ese momento en el que sólo se escucha la respiración de uno mismo, se oye ese
respirar, sentir como entra y sale el aire por los pulmones, como se hinchan, sentir que estás vivo…estás vivo.
Bailar…bailar
como si todo el espacio del mundo fuera tuyo, cerrar los ojos y dejarte llevar
por la música, por el movimiento, tener la sensación de que tus pies están
volando, sonreir en ese silencio llevado por notas musicales, sentir que no tienes que planificar el movimiento de tus pies porque van solos, es la música quién los dirige, dar vueltas, con los brazos abiertos, tener la sensación de que puedes seguir ese ritmo sin que haya nada por debajo, nada por encima, no hay tierra ni cielo, bailar flotando mientras sientes el uniforme latido
de tu corazón, sentir que estás vivo…estás vivo.
Llegar a la
cima del monte y observar. Observar la
inmensidad que tienes delante, los distintos verdes que asoman los árboles, el
olor a naturaleza, lo grande que te sientes desde ese punto de vista, lo
pequeña que parece toda aquella inmensidad, estirar el brazo e intentar sujetar
el sol con la mano, girarte y darte cuenta que aquella inmensidad sigue y
sigue, es infinita, sentir que no puede haber nada más hermoso, sentir que
estás vivo…estás vivo.
Correr,
correr y correr, ponerte unos deportivos
y correr, sin parar, sin mirar atrás, sintiendo que conforme vas corriendo vas
perdiendo todos los problemas, se van quedando
atrás, se desvanecen en el aire, el aire que estás cruzando mientras
corres, y sigues y sigues…y es en ese momento,
cuando te detienes, encorvado hacia adelante, apoyando las manos sobre las
rodillas, intentando coger la mayor cantidad de oxígeno, sintiendo como los niveles
se serotonina van subiendo, cerrando los ojos, y escuchar ese sonido, ese
ruido, no hay otro ruido más, solo uno, relajante, ese tuc tuc tuc tuc tuc, el
latir de tu corazón, sentir que estás vivo…estás vivo.
Imaginar,
imaginar cualquier cosa que te haga feliz, visualizarlo, creer en ello,
imaginar que me encuentro en un desierto con El Principito, ver el color de su
pelo, sus ojos, su piel, preguntarle sobre su rosa, quién era, cómo era, de dónde
era, si era alta, cuánto la amaba, cuántos suspiros le provocó, preguntarle por
el señor que siempre estaba “contando”
números, preguntarle por las estrellas, por los planetas, creer que eso
puede ocurrir, en mi imaginación, en mis sueños, saber que puedo crear todo lo
que quiera a través de esa vía, sentir que sólo estando vivo se puede soñar, se
puede imaginar, sentirlo, sentir justo eso, que puedes, que estás vivo…estás vivo.
Despertar,
abrir los ojos, darte cuenta de que la persona que duerme a tu lado te está
observando en silencio, esa persona a la que amas, sus ojos se han cruzado con los tuyos, no hay palabras,
sólo miradas, mantener ese momento hasta lo imposible, sonreir, sostener la
mirada junto con esa sonrisa, que te acaricien la piel y sentir que millones de
células han reaccionado, disfrutar ese instante, sentir que hay algo más
que todo eso, sentir que hay sentimientos que no se pueden describir, no hay palabras, no hay que decir nada, tan sólo eso, sentir, sentir que estás vivo…estás
vivo.
Saber que
tú puedes, que no necesitas a nadie, saber que has aprendido, sentir esa fuerza
por dentro que te dice que eres tú, solo tú, que no hay nadie en el mundo que
pueda decirte lo que tienes que hacer, que no hay necesidad de tener una
aprobación por parte de nadie. Sentir esa fuerza, esa seguridad, esas ganas de
sonreir, que atrás quedó lo que tuvo que quedar, que tu camino es tuyo, sólo
tuyo, ya no hay obstáculos que no se puedan superar, no hay miedos, sigues avanzando, y sigues y sigues, y ¿sabes por qué? Porque estás
vivo, sí, estás vivo.
Esos “pequeños”
placeres de la vida que nos hacen tan grandes…cuénteme uno ¿se atreve?
¡Hola! Para mi uno de los mayores placeres de la vida es escuchar reír a mis amigas. Cuando llevamos tiempo sin vernos y por fin se alinean los planetas y conseguimos quedar todas. Las cañas y los latinos chocan. Nos ponemos al día con nuestras vidas, que tal el trabajo, los niños, los hombres, tú estás más delgada y tú llevas otro peinado que te queda genial... Todo esto regado de chistes, carcajadas. Esas risas que hacen que todo duela menos. Que todo sea más bonito, más feliz. Por eso, las risas curativas de mis amigas, son un placer de la vida para mi.
ResponderEliminarHola, para mi uno de los placeres que tengo es encender velas, poner música de relajación y sentir mi cuerpo como va reaccionado con esas melodías, sentir como mis pulmones se llenan de aire, como me pesan los brazos ,las piernas, los párpados, escuchar el latido de mi corazón.... Pero el placer más bonito es ver cómo mi hijo, salta, baila,canta, juega ,ríe... Ver cómo crece, ese es el Placer más bonito que la vida me va a dar.
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarEstá claro que los placeres de la vida dependen de cada uno/a. Los míos son muy simples; Ese momento en que llegas a casa, después de un día duro, ves el sofá y te desplomas en él. Cuando estas en la cama durmiendo, te desvelas a mitad de la noche y te das cuenta de que todavía te quedan unas cuantas horas más para seguir durmiendo. Leer un libro. Leer y sentir por unos momentos que formas parte de esa historia...
Cuando huelo la comida recién hecha. O ese momento, que puede parecer una tontería, en que estoy con un catarro que no puedo respirar y, de repente, como por arte de magia, durante diez segundos se abren las fosas nasales y tengo de nuevo esa sensación de que sí puedo respirar, ¡aunque sólo sean diez segundos!; llegar a casa y ponerme el pijama. O ese momento en que voy en el coche y suena en la radio esa canción que me gusta tanto y automáticamente subo el volumen y me pongo a cantar. Una bonita puesta de sol... O esa felicidad que me da cuando gano en un juego de mesa y todos se cabrean porque dicen que he hecho trampa... O cuando me entra agua en el oído y estoy moviendo como loca la cabeza de arriba a abajo hasta que por fin, la dichosa gota sale y vuelvo a tener ese alivio...
Podría seguir contando mucho más. Está claro que no todos los placeres de la vida están relacionados con el amor, dinero o bienes materiales, sino en esos momentos que vivimos en el día a día y no nos damos cuenta.
¡Gracias por hacernos recordar eso Celia!
Patricia